Arráncame, Señor, la incertidumbre
de no saber si piso vida o muerte;
que todo sea un sueño, y me despierte
perdido, alegre, entre la muchedumbre.
tendidas en la oscura, incierta ruina…
¿Dónde estará la voluntad divina,
mientras se extingue el pulso en mis hermanos?
mi feroz, inequívoco enemigo;
contra el escombro hoy lucho, y le

ladrón de víctimas que no doblego.
recomponiéndolas en nueva torre,
pero que nunca nuestra mente borre
al que inmolado fue sin culpa alguna.
se revela la inmensa maquinaria;
tal vez así aparece mi plegaria,
que aún alzada hacia Dios, Dios no la escucha.
Dios del volcán, la tromba y el seísmo,
¿no existe en tu arsenal un mecanismo
que agite el suelo y lo abra suavemente?
Los Angeles, 14 de septiembre de 2001
FCO. ALVAREZ HIDALGO
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